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miércoles, 5 de marzo de 2014

Bala perdida

Bala perdida 

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Escrito por anónimo

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- ¿De verdad vas a matarme?

Se produce un silencio. Yo le miro fijamente a los ojos. Él tiene una pistola agarrada con las dos manos. Está apuntando a mi cabeza. Está a unos pocos metros de mi y tiene la cara llena de mocos y lágrimas. Desde aquí puedo oler el olor que desprende su aliento y su ropa a alcohol.

-Hazlo tío, acaba con migo. Soy una mierda. Acaba con esto. Hemos sido amigos, pero si has decidido que mi final sea así, pues tío, lo dejo en tus manos. Te mereces decidir.

-¡Joder tío! Eres un puto cabrón. Es que me has arruinado la vida cabrón, me la has arruinado. ¿Por qué lo hiciste joder? ¿Por qué?.

Mientras dice esto no para de llorar. El tono de su voz es fuerte pero le tiemblan las palabras a causa del sollozo. Yo decido no responderle. No tengo nada que decirle. Ahora mismo se que merezco morir, así que realmente no me importa que mi colega apriete el gatillo.

- ¿No vas a decir nada o qué joder?

No digo nada. A partir de ahora dejaré que él tome la decisión. Mi mirada es firme.

- ¡Te la follaste eh cabrón! ¿Disfrutasteis mucho? Sois unos cabrones, debería mataros a los dos joder.

Suelta una bocanada de aire y empieza a acercarse hacia mi apuntándome a la cabeza. Conforme avanza va mostrando más odio en su rostro. Me pone la punta de la pistola en la frente. Noto el frío del metal de la pistola. Mi mirada sigue inalterada, fija en sus ojos llorosos. Mi amigo deja caer la pistola en el suelo y me da un puñetazo en la cara. Retrocedo mis pasos y cubro mi rostro con mi brazo. Me golpea sin parar de insultarme. El tío está muy rabioso e intenta darme una paliza. Lo cojo de la chaqueta y lo lanzó hacia una de las mesas del local en el que nos encontrábamos. Yo solía venir a este sitio a beber. Mi amigo lo sabía y se enteró de que su mujer le era infiel. Ella le dijo que yo era el otro hombre. Así que decidió venir a por mi. No se de donde sacó el arma pero me sorprendió verle con una. Jamás hubiese imaginado que él tuviese armas. Era un tipo normal y corriente que pagaba sus facturas y trabajaba duro para comprar la comida de su hogar. Hoy se había emborrachado y había decidido dar caza al hombre que se acostaba con su amor. Era lógico y yo sabía que algún día vendría a por mi. Pero me sorprendió lo del arma. Ahora mismo estaba tirada en el suelo y yo aproveché que mi amigo estaba sobre una mesa para cogerla. Cuando vino a por mi de nuevo vio que le estaba apuntando. Automáticamente se quedó quieto.

-Mira tío, tu no me has matado, pero yo no dudaré en hacerlo. No estamos hechos de la misma pasta. Si me atacas te pegaré un tiro y todo se irá a la mierda.

-¿A sí? Pues venga. ¡Hazlo!

El tío se quitó la camiseta y repitió elevando el tono de su voz.

-¡ Hazlo maldito hijo de puta!

Empezó a correr hacia mí y efectivamente le metí un tiro en todo el pecho. Se derrumbó y apoyó su cuerpo sobre unos taburetes del bar. Los tiró al suelo y se quedó sentado contra el muro de la barra. Ahí murió, mientras seguía mirándome. Había un par de tios al fondo del bar que se habían cubierto detrás de una mesa. El hombre del bar estaba bajo la barra. También había una pareja en la entrada. Tan solo se oía el hilo musical de la vieja radio que el dueño tenía. Me guardé la pistola, fui al perchero y recogí mi chaqueta. Me puse mis guantes de cuero tranquilamente. Volví a donde estaba mi amigo. Su imagen era penosa. Era un hombre gordo con el pecho lleno de sangre. Había formado un charco de sangre a su alrededor. Metí mis manos en el bolsillo de su pantalón vaquero y saqué las llaves de su coche. Salí del local y apreté el mando del coche para abrirlo. Vi que se encendieron las luces de un viejo coche de color ocre. Tenía la forma de un Cadillac lujoso pero evidentemente no era de marca. Sonreí porque me gustó la apariencia de aquel coche y me dirigí hacía él.

No paré de conducir en toda la noche. No iba a ningún sitio en concreto. Tan solo quería alejarme de esa ciudad y de toda la mierda que había sembrado. No era la primera vez que mataba a un hombre pero esta vez ya no estaba dispuesto a jugármela más. Había crecido en ese barrio en una familia de las que se llaman "desestructuradas". Cuando me lo decía la psicóloga del instituto me descojonaba. ¿Como has dicho? ¿Desestructurada?  Joder, que forma más suave de nombrarla. Como no, mi padre era un borracho que pegaba a mi madre y a sus hijos. Yo empecé a meterme todas las drogas que podía conseguir. Estuve liado con una prostituta que era mucho más mayor que yo. Le gustaba que fuera un crío. Aunque sabía todo lo que hacía no me consideraba un mal tipo. Ella me decía que eran cosas de la edad y que le gustaba la inocencia de mi juventud. También le gustaba que no solo le follaran tipos apestosos y desagradables. La polla de un joven limpiaba su cuerpo. Ella a veces me daba dinero. Cuando no me lo daba ella, lo buscaba por casa.  En casa pocas veces encontraba algo así que cuando no me invitaban a nada tenía que robar a punta de navaja. Así fue como me gané mi reputación de "kinki". Con el tiempo me fui haciendo mayor y cada vez me metía en más líos. Pasé un tiempo en la cárcel por atracar a mano armada una farmacia del barrio. Cuando volví del trullo me enteré de que la prostituta había muerto. No me causó lastima. También sabía que ese momento llegaría. Me dijeron que pudo ser de sobre dosis, pero yo creo que la asesinaron. En fin, de alguna forma tenía que morir la pobre mujer. Lo único bueno que me aportó la cárcel fue que dejé las drogas. Solo bebía alcohol y fumaba tabaco. No tardé mucho en volver a meterme en líos y tuve que matar a algunas personas para salir de ellos. Como en el caso de mi amigo. Realmente no era un amigo amigo porque yo en realidad no había tenido amigos. Tenía conocidos del barrio con los que simpatizaba más o menos. Pero no se les puede considerar amigos. Ahora tenía algunas deudas con varios tipos de la ciudad y no estaba tranquilo ni un momento sabiendo que algún día entrarían en mi casa de alquiler de poca monta y me pegaría un tiro en el sofá. Matar a este tipo fue lo que me empujó a echarme a la carretera y mandarlo todo a tomar por culo. Llevaba tiempo pensándolo pero no veía el momento. Mi plan ahora era conducir hasta que se me vaciara el depósito, atracar una gasolinera y continuar conduciendo.

La aguja de la gasolina ya había entrado en la reserva. A altas horas de la madrugada me había detenido para dormir un poco. Ahora serían las doce de la mañana. Continué con el coche por las carreteras secundarias en busca de una gasolinera. Al cabo de un tiempo vi un cartel que indicaba que había una más adelante. Encontré unas gafas de sol por la guantera y me las puse. Llegué a los surtidores casi sin gasolina. Bajé del coche y me metí en la la tienda de la gasolinera. Debía de ser el primero en pasar en un par de días. El hombre que debía atenderme estaba sentado durmiendo en una silla con los pies apoyados en lo alto de la mesa donde tenía la caja registradora. Me acerqué lentamente y golpeé con el puño cerrado cerca de sus pies. El hombre se cayó de la silla del susto y yo empecé a reírme.

- Buenos días grandullón. Me gustaría que me pusieras gasolina turbo en esa chatarra de ahí fuera.

El hombre sobresaltado se levantó refunfuñando.

-¿Cuanto quieres?

-Pues verás, lo quiero lleno, así que ponle unos cincuenta litros.

-Muy bien ¿Algo más?

-Pues ahora que lo dices también me gustaría llevarme algunos bidones de gasolina. Para no tener que parar en otra gasolinera cutre como esta.

-¿Cuantas quiere?

- ¿Podría llevármelas hasta el coche?

- Claro, dígame ¿Cuantas quiere?

-Llene usted un carro y acérquelas a mi coche, tengo dinero de sobra. Mientras cogeré algo de comida y así tampoco tendré que preocuparme por eso. Que manía la nuestra eh.

-¿Como dice?

- La de comer. Los humanos tenemos la fea manía de comer.

-Ya...

Me miró con la misma desgana que hacía su trabajo y se dirigió al almacén. Mientras yo empecé a meter todo tipo de comida en una bolsa. Vi como el hombre acercaba a un carro lleno de bidones al coche y como introducía la manguera en el depósito. Luego volvió y cuando entró yo estaba apuntándole con la pistola. El hombre se quedó inmóvil y con una cara de espanto. Levantó las manos y antes de que dijera nada empecé a hablarle yo.

-Abre la caja registradora y dame todo lo que tengas.

El hombre avanzó bajo la amenaza de mi arma y me hizo caso. No decía nada. Al parecer no era la primera vez que le robaban. El pobre no tendría dinero para comprarse una cabina con cristales antibalas.

-Espero que este usted asegurado viejo.

-Mire jovencito, a la gente de su calaña se les pilla tarde o temprano. Puede que esto te salga bien, pero no irás muy lejos.

-Venga hombre, no me sermoneé usted ahora. Mete la pasta en la bolsa. Ah y también me llevo las cuchillas estas de afeitar, que si no voy a parecer un jodido loco. Buenas tardes señor. Que pase usted un buen día.

Salí de la tienda, cargué los bidones y me largué.

Estuve varios días conduciendo sin rumbo. Me había afeitado la barba y la cabeza entera. El aire que entraba por la ventanilla acariciaba toda mi piel y me producía placer. En la gasolinera había sacado bastante pasta y tenía pocos gastos. Algunas veces comía en cafeterías de la carretera o me gastaba la pasta en prostíbulos. Siempre andaba perdido por las carreteras secundarias sin llegar a ningún sitio en concreto. Así fue mi vida hasta que se me acabó el dinero. Cuando esto ocurrió fui a unas urbanizaciones.

Paré mi coche en frente de un chalet que tenía buena pinta. Me bajé y me asomé por las verjas. No habían perros y tampoco veía cámara de seguridad. Salte el muro que separaba la calle del jardín y avancé hacía la casa. Me colé en la vivienda por una ventana que había abierta. Se oía la televisión en el salón y parecía que había alguien. Saqué la pistola y avancé silenciosamente por el pasillo. Efectivamente en el salón había un hombre. Le apunté a la cabeza y cuando iba a disparárle, el tío, como si acabase de olerme, giró su cabeza en mi dirección y me vió. Pegó un grito y escondió su cabeza en el sillón. Yo disparé pero no le di. El hombre empezó a gatear. Conseguí darle un tiro en la pierna. Abrió un cajón y sacó una pistola. Empezó a dispararme y tuve que cubrirme detrás del marco de la puerta. En el piso de arriba se escucharon gritos de mujer y de niños. Hice una voltereta y me puse detrás del sofá. El tío me pegó un par de tiros pero falló. Se estaba cubriendo y yo sabía donde estaba. Apunté a donde creía que saldría y esperé a que asomase su cabeza. Cuando lo hizo para intentar dispararme le pegué un tiro. Me aseguré de que había muerto y subí hacía el piso de arriba. Mi intención era decirle a la mujer que me indicase donde estaba la caja fuerte. La mujer estaba en su habitación con dos niños. Estaban llorando y la mujer empezó a gritarme:

-Por favor, no le haga daño a mi hijos.

Me lo repitió varias veces entre fritos y sollozos.

-Tranquila señora, soy todo un caballero, no le haré daño a sus hijos.

Miré a los dos chiquillos y les sonreí.

-Tan solo quiero que me indiques donde escondéis vuestro dinero, tan solo eso.

Apunté a la mujer y le hice un gesto de marcha con la cabeza. Dejó a los niños en la habitación y me guió hacia la caja fuerte. Era una sala pequeña en la que había un cuadro. Lo quitó y abrió la caja. Habían muchos billetes y algunas piedras preciosas. Las metí en mi mochila y me dirigí a la puerta. Pero entonces mi impulso sexual se activó. Tanta adrenalina me había excitado y esa mujer era realmente atractiva. Le apunté y me insinué:

-Una cosa cosa más... Es usted realmente atractiva y bueno... Ahora que ya no tiene marido supongo que te apetecerá experimentar cosas nuevas.

Le guiño un ojo.

-Ya sabes...

En sus expresiones de tormento se añade un nivel más, la mujer está pasando por el peor momento de su vida.

-Por favor, no me hagas nada, ya le he dado el dinero, váyase de mi casa y déjenos en paz.

-Pero vamos señorita, será divertido.

Le sonrío y me acerco hacia ella con la pistola en la mano, ella empieza a gritar y yo le rompo su fino camisón de noche. Penetro en ella con brutalidad y no dejo de hacerlo hasta que mi esperma sale de mi pene.

Salí de la casa con el botín y vi que los niños estaban en el jardín.

Me acerqué a ellos y les dije:

-Escuchad niños, sed fuertes y cuidad de vuestra madre. Intentad hacer todo lo posible para ser felices y nunca le hagáis daño a nadie o acabaréis como yo.

Ellos escucharon mis palabras pero aún no entendían muy bien que querían decir. Estoy seguro de que nunca se les olvidarán. Salté el muro y me metí en el coche, arranqué el motor y cuando estaba a punto de largarme volví a apagarlo. Me sumí en una reflexión interna "Realmente mi vida ya no tiene ningún sentido. Acabo de destrozar una familia para poder sobrevivir unos años más. Pero ¿para qué? si no se donde voy. No tengo un lugar para mí en este mundo. Creo que yo ya no pinto nada más. Si sigo vivo voy a continuar haciendo maldades y destruyendo vidas por nada. Lo mejor será que me vuele la cabeza y acabe con un hijo puta más de este mundo" Así que cojí la pistola, bajé del coche y me volé los sesos. Y mientras el polvo de mi sangre flotaba en el aire junto al humo de la pólvora, se hacía justicia.